Hoy no es el día mundial de nada. Pero agua somos y no pienso esperar a que sea 22 de marzo para recordar que nos estamos secando.
Al agua, los mayas le llaman ja’. Sus tradiciones nos han enseñado que, al principio de los tiempos, cuando no había nada que estuviera en pie, sólo existía agua en reposo, mar apacible. Cuenta la leyenda, que los dioses decidieron destruir a los primeros hombres, construidos de barro. Eran frágiles y no supieron comunicarse entre ellos.
Al agua, los mayas le llaman ja’. Sus tradiciones nos han enseñado que, al principio de los tiempos, cuando no había nada que estuviera en pie, sólo existía agua en reposo, mar apacible. Cuenta la leyenda, que los dioses decidieron destruir a los primeros hombres, construidos de barro. Eran frágiles y no supieron comunicarse entre ellos.
Según esa tradición, los dioses crearon después a los hombres de madera. Ellos fueron más resistentes que los de barro, pero destruyeron y denigraron a la naturaleza. Por eso, se volvió contra ellos y los inundó hasta destruirlos. ¿Somos necios hombres de madera que reincidimos en nadar el manantial de nuestra estupidez?
Al agua, los zapotecos le llaman nisa. Ellos nos enseñaron que los ríos son las arterias de la tierra.
El agua es persistencia. Una sola gota basta para perforar la roca más dura; y el prisma que forman sus moléculas hace temblar al mismo sol, al mirarle a través de él.
El agua es contradicción. Los nahuas le llaman atl y fundaron en México-Tenochtitlan la capital del imperio Azteca, hace más de siete siglos. Aprendieron a separar el agua dulce de la salada. Construyeron sistemas hidráulicos. El Valle de México era un gran lago y aprendieron a vivir y convivir con el agua.
El agua es persistencia. Una sola gota basta para perforar la roca más dura; y el prisma que forman sus moléculas hace temblar al mismo sol, al mirarle a través de él.
El agua es contradicción. Los nahuas le llaman atl y fundaron en México-Tenochtitlan la capital del imperio Azteca, hace más de siete siglos. Aprendieron a separar el agua dulce de la salada. Construyeron sistemas hidráulicos. El Valle de México era un gran lago y aprendieron a vivir y convivir con el agua.
Los sabios mexicas nos enseñaron que el agua tiene dos formas inseparables: es, al mismo tiempo, elemento creador y fuerza destructiva. El bien y el mal. La vida y la muerte. El agua representa las contradicciones de la vida misma.
Los mexicanos hemos aprendido que el agua puede murmurar o puede rugir. Puede gritar o puede cantar. Pero la necesitamos. Está entre todos nosotros y dentro de cada uno.
Se amolda a la forma del recipiente que la contiene, pero al violentarla, golpea, rompe, lastima, destruye, revienta.
El agua es escasez. Y cuando los humanos cobramos consciencia de ello, más la cuidamos. El agua puede ser abundancia pero sin sabiduría, cuidado y conocimiento, puede terminar por podrir nuestros anhelos.
El agua es riqueza, es un bien, es un derecho. Pero para quien no la tiene, es pobreza, es indignación, es muerte.
El agua es escasez. Y cuando los humanos cobramos consciencia de ello, más la cuidamos. El agua puede ser abundancia pero sin sabiduría, cuidado y conocimiento, puede terminar por podrir nuestros anhelos.
El agua es riqueza, es un bien, es un derecho. Pero para quien no la tiene, es pobreza, es indignación, es muerte.
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El agua es oportunidad, es vapor y es hielo. Oscurece el cielo. Pero blanquea las montañas. Su caída es fuerza motriz, higiene y color verde. Pero la naturaleza se ha encargado de recordarnos, muy trágicamente, que el agua también es riesgo, y por lo tanto previsión.
El agua es serpiente emplumada en forma de nube o de río en la tierra o en el inframundo. Bien puede despertar y vengar su destrucción si se siente amenazada.
El agua es el andamio del crecimiento. Obstaculizarlo equivale a negarnos la posibilidad de ser mejores.
El agua sigue siendo espejo de nuestra conducta. Sólo si la preservamos, podremos seguir advirtiendo nuestros rostros en su reflejo. Envenenarla, desperdiciarla o mancharla equivale a que desaparezca, no sólo nuestra especie, sino todas las demás. Ese es el tamaño de la responsabilidad de cada uno de nosotros.
De alguna manera cada uno somos gotas. Y nuestra responsabilidad es que hagamos todo lo posible para que el agua sea la savia del árbol de la vida y no se transforme en lágrimas que surquen el rostro del sediento.
De alguna manera cada uno somos gotas. Y nuestra responsabilidad es que hagamos todo lo posible para que el agua sea la savia del árbol de la vida y no se transforme en lágrimas que surquen el rostro del sediento.
Debemos que generar conciencia, entre nosotros mismos, que el agua es nuestro elemento vital y por lo tanto debemos cuidarlo¡¡
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